¿Qué es el ego?
El ego es la idea que tienes de ti mismo: tu nombre, tu historia, tus logros, tus opiniones, lo que crees que eres... Y lo que crees que los demás piensan de ti. Es como una identidad que elabora tu mente para protegerte y darte sentido de pertenencia.
Pero el ego, aunque útil en ciertos aspectos, no es tu verdadero yo. Es una construcción mental basada en la separación: "yo soy esto, tú eres aquello", "esto me hace valer, esto me hace fallar". El ego vive del miedo, de la comparación, de la necesidad de aprobación.
¿Y las emociones?
Las emociones son respuestas naturales ante lo que vivimos. El problema no son las emociones en sí, sino cómo las interpretamos y reaccionamos a ellas desde el ego.
Por ejemplo:
- Si alguien no te responde un mensaje, el ego puede decir: "me está ignorando, no le importo".
- Y la emoción que surge puede ser ansiedad, enojo o tristeza, basada en esa interpretación.
¿Qué pasa cuando el ego domina?
Cuando el ego está al mando:- Reaccionamos de forma impulsiva.
- Nos tomamos todo como algo personal.
- Buscamos controlar a los demás para sentir seguridad.
- Vivimos desconectados de nuestro centro.
Superar el ego no es eliminarlo, es observarlo
No se trata de "matar" al ego, sino de reconocer cuándo está actuando y elegir desde la conciencia. Cuando ves que tu ego está generando miedo o comparación, puedes hacer una pausa y decir:Esto es una parte de mí que quiere protegerme, pero no necesito dejarme llevar por ella.Ahí comienza la libertad.
Comprender tus emociones es sanar desde dentro
Entender una emoción es preguntarte:- ¿Qué estoy sintiendo?
- ¿Por qué me siento así?
- ¿Qué necesidad hay detrás de esta emoción?
- ¿Puedo darme lo que necesito sin depender del exterior?
Vivir con más paz no es no sentir, es sentir con conciencia
Cuando comprendes al ego y abrazas tus emociones, ya no te peleas con lo que sientes. Aprendes a estar contigo en cada etapa emocional. Y eso te da una paz profunda: la paz de no huir más de ti mismo.Recuerda: No estás roto. No necesitas arreglarte. Solo necesitas escucharte de verdad.
Y cada vez que eliges conocerte en vez de juzgarte, estás sanando.